Los pobres siempre seguirán, pero a mi no, me queda poco tiempo, eso decía Jesus en alguna parte de la biblia, y es así, los pobres siempre estarán y si elegimos mejor salvemos al que nos salva que a la gran masa que está ahí atrás. Esa gran masa que no sabe trabajar, que no desea salir de la pobreza, que no lucha por comprar una casa, que no se esfuerza por subir el peldaño que los deja en la clase baja, que no intenta salir del proletariado para ser jefe, que prefiere ir a mendigar colchones que dormir 2 horas menos cada noche. Que prefiere pasar el día domingo con su familia a trabajar horas extra para vivir mejor. Que podríamos esperar de esa clase más que traición y que chupen la sangre hasta que se agote. Para qué mirar a los ojos, si esos ojos tienen tan bien estudiada la formula para inspirar lástima, para sacarte una moneda apenas te descuides. Acabar con ellos será imposible, siempre estarán los flojos, por eso no queda más que esconderlos, vivan si quieren vivir, vivan si creen que esa cosa es una vida, pero vivan lejos, nosotros podemos entregarles una moneda del vuelto, quizás hasta le entregue dos si la cajera me lo dice con buenas palabras, pero no vengan a mi barrio, yo cumplo, no me ven ni me sienten, yo tampoco lo siento, no me cuesta nada, pero no te acerques con tu mal olor, con tus ojos de miserable, con tus niños llenos de mocos, con tus calendarios arrugados a cambio de mi moneda. No te acerques, te daré lo que no te mereces, pero no te acerques. Yo me bañé, mantente alejado, yo estimo a los pobres como Jesus, pero tu no eres Jesus, eres ladrón y traicionero, le pegas a tus hijos, le robas a tu madre te drogas con mi plata. No digas que no, porque lo dicen los medios, todos lo sabemos, todos te odiamos, todos escapamos y todos firmamos para que vivas lejos. Tuvimos que poner cámaras en las calles, alarmas en las casas y guardias en los barrios.
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Está la solidaridad del supermercado; aquella que la reciben las "empresas" solidarias, se la entregamos al gerente del hospital o la fundación, no somos ni creadores ni intermediarios, entregamos a ciegas y nos hace sentir bien, cumplimos con la cuota de buena onda de la vida y se limita al capital. Está la solidaridad de el que se dio cuenta que la vida no es sólo dinero y pone las manos al que lo necesita, pero al pasar las dos horas de labor buena onda, y haber visto la miserable vida de aquellos vuelve a su casa, se baña y enciende la tele, y al final está la solidaridad que no pone plata, porque no hay, no va a ayudar, porque es parte del problema, es ese que no siente lástima por el otro, porque ambos estamos en lo mismo, que si quieres salir de la pobreza entonces piensa que habría que buscar un modo de luchar juntos, de reconocer que el diferente no es el que está en la miseria, lo extraño es el sistema que no lo contempla a él. La solidaridad se ha malentendido, pero la verdadera solidaridad es la que entiende que no hay felicidad si los demás no tienen las mismas condiciones que uno, que si está mal repartido hay que cambiarlo todo.
Es fácil olvidarse de todo, es fácil vivir en el mundo de alegrías, es fácil subirse a las modas de lo subversivo, de reciclar por onda, de ponerse una polera con una A, andar en bici y gastar 50 lucas para que se vea bonita, y todo bien con la estética, pero ¿es sólo eso?. Me da pena pensar en gente deseando hacer revoluciones mientras comen un asado, en crear instancias de reflexión social en un café donde la taza cuesta una luca, mientras hay familias enteras que comen por esa plata. Hasta para ser subversivos nos armaron el mercado adecuado.