domingo, 30 de abril de 2017

Lo logré

Cuando desperté no sabía si estaba bien o mal. Ni muy bien como para no tener sabor lejano a cigarro ni tan mal como para saber que era un día increíble. Ese día saldríamos a caminar y así lo hicimos. La idea era perderse en el tiempo y caminar temprano y tarde hasta que fuera temprano de nuevo y tarde siempre. La vale me comentó que se hablaba que yo era muy feliz, y como yo sé que a la gente le gusta mentir, me entregué a la falsedad, le dije que podía hacerlo cantando blues negro. Puse la voz ronca como de trompeta e hice un laralarala, le dije, sabiendo que era mentira que sabía el gran truco de mí, que lo conocía de sobra y las condiciones estaban para ello; Estábamos en el lugar donde el tiempo se reúne, estaba tan bien como mal y dispuesto a que todas las mentiras fueran ciertas. Me preguntó qué era y yo, con un aire de gran señor, sin parar de caminar fui echando mi cuerpo hacia atrás, encorvando la columna hasta quedar paralelo al piso, luego, y mirando a los ojos a la vale, esperando su sorpresa levanté mis piernas hasta quedar extendido en una especie de camilla imaginaria que avanzaba por el desértico camino a todas partes. La vale me miró sin sorpresa. Sabía que lo lograría y estaba feliz por mí. Le pregunté si lo quería intentar, pero dijo que cuando se cansaría se subiría sobre mí y ya está.
Cuando llegamos al final de la ruta que nos llevaba tuvimos que parar para decidir por donde seguiríamos. No había nada que decidir, porque en ese lugar no había espacio, y aunque la decisión era caminar todo el tiempo, no llegaríamos a ningún lado. Le dije entonces, de nuevo con aire de gran hombre, pero esta vez con la altanería de los más despreciables, de los agrandados solidarios, si quería que le enseñara el segundo truco. Sin que respondiera supe que no le interesaba pero estaba dispuesto a escucharlo pues era lo que me haría feliz. Le dije, mira, elige un lugar, pero inmediatamente me acordé que no había ningún lugar. Entonces me corregí y le dije, imagina que hay un lugar e imagina que quieres estar ahí. Ella dulce como siempre se entregó al tonto juego, le dije, pues ahora mira, y me concentré con toda la energía del mundo y estuvimos en ese lugar. La vale sin mucho entusiasmo me dijo ¡Lo hiciste! Y yo le dije sii, lo hice, y estaba feliz por mí. Miré alrededor y era un lugar absolutamente igual al anterior, pero sabía que era otro. ¿Ahora qué podríamos hacer? ¿Dónde ir?, ¿a qué jugar?

Ya puedo volar y viajar en espacios y tiempos y sé que todo es lo mismo en las otras perspectivas. He llegado a mi gran momento y se parece mucho a mis peores momentos, con la diferencia que lo sé. Ahora soy feliz porque lo tengo todo. Soy Cristian, tengo 32 años y me declaro el hombre más feliz de la tierra