Se hace de noche y los ex prófugos de Sendero Luminoso toman
sus palas y cubren sus caras. Se
internan en el desierto de la costa Peruana y se obligan a olvidar los
principios de indigenismo, o quizás lo hacen porque la clandestinidad no les
permite sobrevivir de otro modo.
La luna los iluminan y algunos piden perdón pues saben que
la pachamama se avergüenza de ellos. Sacan sus linternas y mientras unos
vigilan otros cavan bajo las frías noches. Aparecen vasijas, joyas de oro,
cráneos ceremoniales. Los tesoros precoloniales, posiblemente incaicos
comienzan a aparecer y muere con ellos la historia, muere con ellos la
posibilidad de reconstruir la historia de emancipación. Por llenar el estómago,
los revolucionarios pierden la revolución que había ganado sudamerica antes de
empezar la pelea.
Los Huaqueros ven morir las tumbas de sus antepasados y
ahora la venden a excéntricos hijos de conquistadores que pagan unos pocos dólares
por la historia que les conviene destruir.
Las Huacas incaicas mueren y con ello, la dignidad de un
pueblo que en algún momento tuvo esperanzas.
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