Hoy Medellín vive cada día en la espera de la próxima fiesta, y no es dificil encontrarse con una. Nosotros llevamos 1 semana y ya hemos participado de 3 (y sin buscarlas) Cada concierto, exposición, junta educativa, junta de amigos y reunión de abuelos, se convierte en una fiesta gigante. No se sabe de donde pero emergen por todas partes los vendedores ambulantes, primero venden cerveza, a los 10 minutos llega el Guaro (la aguardiente con anís) y a la media hora aparece la Vareta. El precio no sube significativamente al de un supermercado. El guaro pasa de 15 mil a 20 mil, pero con servicio a domicilio, en el momento preciso en que se necesita. La Vareta, pasan los cigarrillos a 2 por 2 mil. Que sería así como dos por 500.
Esto es útil para la fiesta pero no fundamental. De todos modos la gente baila en las calles, grita eufórica, El punk y los metaleros, se sacan la polera para bailar salsa. El policia se toma un trago de la botella del mendigo, el político debe bailar para vender votos, y todos se olvidan de todo. Acá la música es la fuente de la vida y no hay nadie que se quede fuera. Es por eso que acá las mujeres, aunque en cuerpos robustos, su cintura aún es flexible y desatrofiada, es por eso que los hombres son tan esbeltos, pese a los grandes platos con arroz fréjoles y maduro frito. Es por eso que todos, a pesar de la violencia vivida, se quieren tanto. Porque el baile y la música siempre los vuelve a juntar
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