Hace unos días tomé el Subte (paralelo al metro, pero éste nunca sube de la tierra entonces es Subte) y en el cambio de estación vi a un tipo vestido de negro con apariencia de neo nazi principiante. Me preguntó donde quedaba una calle, le dije que no sabía, me preguntó si era chileno y me dijo que sus padres eran de Punta Arenas. Subimos al subte y me invitó a sentarnos juntos. Pensé en decirle que me bajaría en la próxima pues no me animaba a conversar con él. Me contó que estudiaba filosofía y que le gustaba La Ley y los Prisioneros, le dije que a mi me gustaban Los Prisioneros. Me preguntó donde me bajaba y ya era tarde para responder con la pregunta Dime tú primero donde te bajas para no bajarme. La presión de la mentira me hizo decir la verdad. Yo también bajo ahí me dijo y después camino. Lamentablemente teníamos que caminar para el mismo lugar. Nos bajamos, conversamos de la vida, de la música tocaba guitarra y era tan mediocre como yo. Algo en él me disgustaba y creo que era lo parecido en lo patético a mi. Teniamos muchos temas en común y no lo soportaba. Le dije que debía pasar a un supermercado y me acompañó. Me dijo que trabajaba en su Tesis, que era el asunto de no se qué Griego, de la diferenciación de la sociedad. Sobre nuestras propias libertades que no conocemos. Encontré interesante el tema. Me dijo que quería lo mejor para mi. Me dio rabia y le dije que lo mejor para mi podía ser incluso lo peor para él. Quizás se lo dije para parecer que también filosofaba. Habíamos caminado tanto que le dije que me podía acompañar a la puerta de la casa que iba a visitar. Me acompañó y cuando le estiré la mano, me puso cara muy de argentino y me estiró los brazos, como diciendo "No esperarás que nos demos las manos después de todo lo que hemos hablado". Me adelanté y le dije que me anotara su mail para seguir en contacto. Pues si él me lo hubiera pedido seguramente me hubiera agregado. Le dije que no tenía Facebok y me alegré de en verdad no tener. Nos despedimos y me senti bien. En parte le había tomado cariño. Y me alegré de saberme no controlador de mi destino. Que él se acercó y no me atreví ni encontré el modo de alejarlo. Me gusta cuando suceden esas cosas, como recibir una visita y no saber cómo echarlo, o hacerse comida que a uno no le gusta. Ese día comí carne y después me enfermé y no podía vomitar.
Al día siguiente comí piña que estaban 3 por 10 pesos y repartimos con Margot. Hoy vendí hamburguesas y conocí a un vendedor de té que me regaló un vasito y nació en el San Juan de Dios, hablaba muy bajito y me decía que celebró cuando San Lorenzo de Almagro le ganó al Colo en la libertadores y salió Campeón. Creo que así como ese he tenido muchos encuentros con gente muy simpática. Que está muy dispuesta a hacer buenos amigos en las calles. Eso da mucho gusto.
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