Seguramente el arte tiene mil formas de interpretarlo, y lo he tratado de discutir con distintos artistas. Para algunos es decoración, para otros es un canal de emociones. Para mi debería ser el canal de subversión de la estética.
Desde esta mirada el arte es quizás la única vía de fuga para una sociedad que ha esquematizado todo, pues el arte no debe tener moral ni mensaje. El arte debe rebelarse contra todas las formas de rebelión, es por eso que a las grandes dictaduras siempre ha sido el arte el que puede encabezar una mirada critica e integrada de una sociedad.
Sin embargo el arte tiene una incapacidad; no es capaz de sacudir del modo que siempre quisiera hacerlo. Un grafiti es capaz de perturbar o conmover sólo al que camina por las calles en busca de perturbarse o conmoverse. El cine, desde esta perspectiva logra algo que ningun arte antes había logrado. Es capaz, en primer lugar de reunir todas las formas de arte y transformarla en una sola sincronía de imagenes y sonidos agrupadas en un mismo fin. Así es como roba de la fotografía, los miles de fotogramas que darán paso al movimiento. Roba de la pintura el arte de crear cariocaturas en movimiento. Roba de la música la posibilidad de enlazar un sonido a una emoción. Roba de la literatura la técnica de relatar una historia de manera tal que una sola palabra sea capaz de cambiar todo el sentido y significado. Y finalmente, roba del teatro los actores que darán vida a los personajes y se encargarán de encarnar las historias.
Cuando el cine ha logrado reunir todas las artes en un solo formato, se da cuenta que aún le resulta imposible transmitir la amplitud de un sentimiento. y por ello en los últimos años se comienza a trabajar a partir de la técnica del 3D, la incorporación de mecánicas que permitan hacer sentir al espectador los movimientos, olores y vibraciones, que sentiría el personaje que está protagonizando la acción. Sin embargo, cuando uno observa esta emoción, se ve que el espectador, en vez de sentirse como el protagonista, termina sintiendo el vertigo del camarógrafo o del equipo de producción. Pues durante la confección del artilugio 4D, se olvida que no todas las cámaras son subjetivas y dificilmente una pelicula se centra sólo en un personaje.
Entonces retrocedemos unos cuadritos y pensamos, si el cine es capaz de transmitir esas emociones, ¿qué tipo de cine es el que más interpela al espectador? Quizás, dentro de los muchos formatos, sea el porno el que, desde su génesis, llega para interpelar. No tiene un fin estético, aunque haya una estética, ni tiene un fin comunicativo, aunque, obviamente sí comunica, tampoco busca entretener de un modo ajeno al que su propio formato apunta. En palabras simples el porno tiene como único fin el calentar al espectador; lograr que el que esté viendolo, utilice sus propias estrategias cognitivas con el fin de ponerse en el lugar de los personajes. No requiere sentir olores, ni el movimiento que ahí se ve. Pero si el espectador se concentra y entrega, no sólo es capaz de sentir, sino que es capaz de llegar al placer por medio de las imagenes.
Es curioso que sea común, que incluso para muchas personas les resulte más placentero ver una película porno, que encarnar en realidad el acto sexual. O muchos amigos me han comentado que por más que tengan una pareja estable, el acto de vivir una sexualidad personal frente a una película, no pasa a ser reemplazable, por el contrario, es un espacio de intimidad necesario y sanificador.
Dandole vueltas, en cuál debe ser el límite del arte y asumiendo que el porno, pese a su masiva fama, tiene la gran carencia de limitarse a ser sólo porno, y que de paso, si lo analizamos desde una perspectiva social, en su mayoría cae en el burdo juego de cosificar los cuerpos, generalmente femeninos, y transmitir una violencia tanto física como psicológica. Aparece entonces el postporno, casi como una tribu urbana Europea, en su mayoría por mujeres feministas que asumiendo el placer del sexo, buscan una resignificación del placer y de los cuerpos.
Analizan las características del porno y piensan en la manera de reinterpretar el sexo. Asumiendo que el cine convencional tiene la carga ética de limitar las imagenes a los públicos que no sean capaces de entender lo que ven. y que el porno, en este aspecto se libera de ello. Pero que, teniendo esa libertad, no la valora y se limita a mostrar de la manera más animal el coito. El postporno entonces asume las posibilidades de ambas líneas cinematigraficas y da paso a un nuevo cine libre de prejuicios, y que a la vez se nutre de todas las posibilidades de interpelación. Es capaz de excitar y conmover, capaz de incomodar y entusiasmar. El postporno, al verlo así, pasa a ser la nueva oportunidad del cine para convertirse en un arte aún más completo que el mismo cine. Como un cine en 4D donde sea el mismo espectador el que se entregue a la aventura del arte.
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